Esta web utiliza cookies para que podamos ofrecerte la mejor experiencia de usuario posible. La información de las cookies se almacena en tu navegador y realiza funciones tales como reconocerte cuando vuelves a nuestra web o ayudar a nuestro equipo a comprender qué secciones de la web encuentras más interesantes y útiles.
Running tras la desescalada
Desde hace muchos años he salido a correr, no es un deporte que me encante y lo hacía para conseguir mi meta, un trabajo. Cuando por fin conseguí el trabajo, el deporte formó parte de él. Recuerdo que todos los días de lunes a viernes, a primera hora de la mañana, exactamente a las 7:35 tocaba ir hacer ejercicio, correr, daba igual si llovía, o hiciera frío o calor.
Lo más difícil no era soportar las diversas condiciones meteorológicas, si no que los grupos estaban desproporcionados, corredores innatos con corredores moderados o corredores de poco calibre. Yo era corredora de poco calibre. Cuando salíamos a correr y los jefes del grupo metían el “sprint”, ahí iba yo, con medio corazón fuera y faltándome una bombona de oxígeno. Así me lleve varios años, evidentemente no mejoraba, todo lo contrario, empeoraba. Para mí cada vez el deporte era más y más insufrible.
Entonces pasó un milagro, uno de los jefes pensó que mejor era ir por niveles de carrera. Así, el grupo iba a ir más acompañado. Porque, muchas veces, ponerse en el lugar de otra persona resulta complicado. Cuando el grupo conecta con la emoción y todo el conjunto siente esa emoción el grupo se hace más fuerte y se apoya. Y así fue, gracias a esta persona, aprendí a correr, no para ser un corredor de primera, si no para disfrutar del deporte.

Por cuestiones de la vida, volvimos a la experiencia anterior, si ya era insufrible antes, en ese momento era peor. Porque había conocido lo bueno, había disfrutado del deporte, y todos íbamos unido. Ahora volvía a sentirme sola, la última en la carrera, agonizando, intentando llegar con los moderados, porque no se me pasaba por la cabeza ir con los primeros. Entonces empecé a odiar ir a correr, sentía verdadero asco, y a las mañanas les puse el nombre de “la pequeña tortura”. El asco es una emoción básica aversiva, nos ayuda a distanciarnos de aquello que nos hace daño, promueve un comportamiento de evitación. Entonces, decidí dejar ese trabajo, decidí no volver a correr, y ya han pasado algunos años.

Hace dos semanas me compré unas zapatillas de deporte. Tenía las antiguas en casa con las que salí a correr por última vez, estaban destrozadas, solo me las ponía para limpiar la casa y hacer deporte en casa, como hemos hecho la gran mayoría de personas en el confinamiento, pero no para correr.
He tardado una semana en poder salir a correr porque necesitaba prepararme mental y físicamente. Necesitaba buscar la hora y el lugar donde me encontrarse mejor. Necesitaba que fuera un lugar tranquilo con árboles y tierra. Necesité preparar mi móvil con las canciones que más me motivan y me apasionan, preparé las bandas sonoras de películas del compositor Hans Zimmer, y las de El señor de los anillos, etc. Reflexioné sobre la hora, concluí que la mejor hora para mí era la primera hora de la mañana, ya que, con la desescalada solo tenemos mañana o tarde-noche.
La preparación psicológica fue la más complicada, era la que me impedía salir al día siguiente a correr después de comprarme las zapatillas deportivas.
Por un lado, sentía miedo porque correr al principio duele, y me daba miedo el dolor físico y psicológico. Pensad en un hombre de hierro, si ese hombre de hierro no se engrasa las juntas, ¿cómo suena?, ¿qué es lo que le pasa?, ¿cómo responde al movimiento?, ¿cómo se mueve? Entonces me dije, “el primer día correré poco, aunque me quede con ganas de correr más, para no soportar el dolor de las agujetas del día siguiente”. Y así fue, el primer día solo corrí 2,2 kilómetros.
También sentía miedo a sentirme fracasada e invalidada, que era como me sentía en esos momentos en los que llegando sola, la última o la penúltima sentía esa emoción de miedo me paralizaba, impidiendo salir a correr. Tanto la emoción del miedo como la emoción del asco son emociones aversivas, que motivan a escapar o evitar la situación temida.

Después de reflexionar y darme cuenta de lo que sentía, sentí compasión de mí y me dije, “Rocío, ahora nadie te va a juzgar, y esto no es una carrera, aquí no hay tiempo, aquí no hay kilómetros, ni siquiera tienes que ir a una velocidad que te marquen, solo irás a la velocidad a la que tú deseas ir”. Esto es una prioridad en la terapia, y como terapeuta respeto incondicionalmente los tiempos de las personas que buscan ayuda, explicándoles que la terapia es un proceso, igual que salir a correr. No podemos esperar que las cosas cambien de un día para otro, como yo en la carrera no podía esperar que el primer día fuera a correr 10 kilómetros porque no sería realista.
Es importante hablarnos con compasión puesto que nos ayuda a ser tolerantes con nosotros mismos, a ser pacientes y comprensivos. Hablarnos con dulzura, con amor, nos ayudará a enfrentarnos positivamente a las diversas situaciones.

Por otro lado, sentía alegría porque después de tantos días confinados, podíamos salir a correr y a pasear, me apetecía estirar las piernas, por lo tanto me dije, “si solo puedo correr un poco e ir andando a ratos, pues no pasa nada, poco a poco iremos avanzando”. Mi emoción de alegría me preparaba y motivaba para poder relacionarme con este acontecimiento que iba a vivir.
Esta emoción es placentera, al contrario que la emoción de miedo, la alegría nos permite aproximarnos y abrirnos a la experiencia.
Cuando salí a correr el primer día como he comentado antes, solo corrí 2,2 kilómetros. Recordé los pequeños trucos que me enseñó aquella persona, la que hizo que corriéramos por grupos de niveles, lo que, en aquellos momentos, me motivó a ir correr la media maratón Rock and Roll de Madrid.

Entonces salí a correr, fui despacio, pequeños pasos. Escuchando la música que había elegido para este momento. Controlando en cada paso mi respiración, para que no se agitara y me hiciera sentir que me ahogase. Recuerdo que me decía, “poco a poco, sin prisa, paso a paso”, “vamos ánimo”, “que bien lo estoy haciendo”.
Decidí que mientras estaba corriendo no iba a mirar ni el tiempo, ni la distancia, simplemente iba ir a correr, sin un objetivo de tiempo o espacio. Solo disfrutar de ese momento.
Mientras corría estaba constantemente observando mi cuerpo, mis pulsaciones, mi respiración. A veces notaba que mi cuerpo iba demasiado deprisa para mi respiración, por lo que bajaba el ritmo de la carrera. Observaba qué era lo que estaba sintiendo en cada momento, sentía miedo, pero lo aceptaba, sentía curiosidad por seguir corriendo, y cuando me di cuenta sonreí, sentí felicidad al correr. Y me dije, “ahí está”, respiré profundamente ese instante y lo disfruté. A menudo, las emociones tratan de obtener sus propias recompensas, motivando dicho comportamiento para que este incremente la probabilidad de que el acontecimiento vuelva a suceder.

Llevo una semana corriendo y el miedo ha desaparecido, con ganas espero al día siguiente para volver a correr, cada día aumento la distancia y no miro el tiempo. Solo quiero disfrutar de ese momento y volver a sonreír mientras corro. Me siento satisfecha.
Aprender a conectar con nuestras emociones y prestar atención a nuestras sensaciones sentidas nos ayuda a identificar qué es bueno para nosotros, y también nos ayuda a vivir en el presente, el aquí y ahora.
Con esta experiencia quiero explicar lo importante que es saber qué es lo que estamos sintiendo en cada momento. Para ello, me dedicaré en mis siguientes posts a explicar qué es la emoción, entrando en profundidad en qué consiste y en qué nos están ayudando.
Por otro lado, os invito a reflexionar sobre esta experiencia, ¿qué es lo que te ha trasmitido?, ¿qué te llevas para ti?, ¿qué es lo que más te ha llamado la atención y por qué?
Related Posts
¿Qué son las emociones?
21 junio 2020
Es probable que aún no se hayan percibido con certeza las consecuencias que...
Ghosting
24 junio 2022
El amor es el vínculo de afecto que nace de la valoración del otro e inspira el...