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La vergüenza
Muchas veces nos hemos preguntado por qué unas personas tienen más vergüenza que otras, la vergüenza es un sentimiento que está clasificado arbitrariamente en las distintas familias.
Se basa en las experiencias tempranas de aprendizaje de este sentimiento, esto quiere decir que debido a la forma que nos han enseñado desde la infancia en que ciertos sentimientos, deseos y/o comportamientos son inaceptables y, por el expresarlo o manifestarlo deberíamos sentir vergüenza por ello.
Por ello, se puede reconocer como una actitud psicológica que se construye de forma arbitraria y subjetiva. Y dependiendo de cómo se internalicen esos mandatos familiares así será que para una persona sea más vergonzoso salir en público a bailar, para otros será agredir, insultar, o defenderse ante una situación, y para otros puede ser el mostrar debilidad, etc.

Fisiológicamente se representa ocultándose la cara con las manos, o con rubor en las mejillas, bajando los ojos y la parte superior del cuerpo parece que se encoje y se derrumba. También se puede sentir que el corazón se acelera aumentando la sensación de parecer tontos o inferiores a los demás y en público.
Cuando nos exponernos a situaciones y nos encontrarnos carentes de dignidad y valía, lo más probable es que sintamos vergüenza. Esto implica mirarse a uno mismo con desprecio y sentirse inferior a los demás, lo que hacemos es proyectar nuestra evaluación negativa de “no validos” en la mente de los demás. Por lo tanto, la vergüenza está vinculada con la propia valía de uno como persona. Lo que yo siento que valgo.
La vergüenza mantiene una relación íntima con el miedo, el miedo a ser evaluados negativamente por otros y está dentro de la familia de sentimientos como la timidez, el bochorno y el descrédito.
Muchas veces podemos llegar a sentir “ansiedad ante la vergüenza”, y esto nos hace ser precavidos a la hora de exhibirnos. Motiva a sentir que uno se tiene que retraer o esconderse de algo, de la evaluación negativa de los otros. Y así, nos aseguramos de que nuestros fallos no se quedan expuestos.

Cuando sentimos esa evaluación negativa y ese desprecio es por parte de las personas que nos importan, estos mensajes se interiorizan y se dirigen hacia uno mismo, quedándose dicho mensaje de forma permanente en nuestra psique.
La función de la vergüenza es proteger nuestra posición social frente a los demás, ocultando aquello que va a ser juzgado como inaceptable.
Son las emociones como el asco y el desprecio las que juegan el papel central en este sentimiento, y estas dos emociones se dirigen hacia a un objeto que se ve como ofensivo o carente de valor.
El asco nos ayuda a ahuyentar la sustancia, objeto, persona, etc., por ejemplo, cuando probamos algo que no nos gusta sentimos asco y lo retiramos de nuestro lado. Y esta emoción no solo está limitado a sabores u olores sino también están incluidos los pensamientos, las ideas, valores y personas. Muchas personas responden con asco hacia la pereza, la estupidez, actividades sexuales, etc.
Por otro lado, el desprecio, se puede apreciar como un aspecto del desagrado. Las personas suelen echar la cabeza hacia detrás y levantando el labio superior, mirando al otro desde arriba, con un aspecto arrogante, juzgando, criticando constantemente la ofensa.
La funcionalidad de estas dos emociones sirve para separar y definir un límite entre lo ofensivo y uno mismo. Sin embargo, cuando se internalizan y se apuntan hacia uno mismo, producen el sentimiento de vergüenza y auto aversión, siendo algo desadaptativo.