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Ayudar a nuestro niño interior
Dentro de nosotros se encuentra el niño o la niña que alguna vez fuimos, con sus alegrías, sus ilusiones, sus aptitudes, pero también con sus miedos y sus heridas. ¿Cómo podremos recuperarlo y ayudarlo?
De niños, no siempre se han cumplido todos nuestros deseos. Y hemos vivido situaciones que nos han dejado aspectos sin resolver.
Estas necesidades aún están dentro de nosotros y buscan ser atendidas. Por eso, si no paramos a escuchar lo que necesita nuestro niño interior, puede que sintamos que algo pasa y no sepamos identificar lo que es. Además, como esas necesidades suelen ser infantiles, en numerosas ocasiones son inaceptables para nuestra parte adulta, que no acepta lo que sentimos o lo que queremos. Pero en realidad sentimos y queremos esas cosas. Y por ello, se intentan satisfacer de manera indirecta, lo que a menudo nos hace sufrir.
Nuestro niño interior posee todas las particularidades que teníamos de pequeños (gustos, ilusiones, aptitudes). Pero también, las carencias y necesidades que adquirimos entonces.
Cuando nos desconectamos del niño que somos, nos podemos quedar sin motivación, inhibidos, sin saber de qué manera continuar. Ya que, cortamos lo más valioso de nuestro ser, la parte que lucha por crecer y expresar. A veces, también podemos quedar atrapados por la timidez o falsedad y no dar rienda suelta a lo que verdaderamente somos.
Cuando nuestro niño está oculto en un lugar muy profundo, la vida nos parece insignificante, ya que, es el niño el que posee la capacidad de admiración, es el que se maravilla de las cosas más sencillas y encuentra el valor que tiene la vida por sí misma, sin necesidad de preguntarse por ello.
En muchas ocasiones nos abochorna este aspecto de nosotros mismos, al vernos vulnerables, dependientes, ingenuos. Y, en ese caso solemos hacer lo mismo que hicieron los adultos con nosotros cuando éramos pequeños. Ignoramos las necesidades, y no dejamos expresarnos como realmente queremos.
En el fondo, tratamos a nuestro niño interior de la misma manera que otros le trataron, y de lo que nosotros nos quejamos. Y, al poco tiempo comenzamos a tratar del mismo modo a los demás. Si nosotros fuimos criticados, criticamos a los demás, si fuimos maltratados, maltratamos a los demás, etc… Y mientras, el niño se va escondiendo en el lugar más profundo que puede y así no podemos escucharlo, e incluso, nos olvidamos de que existe o de que existió.
Podemos aprender a escucharnos. Para poder llevar una vida verdadera, debemos llegar a nuestro niño interior y escuchar qué tiene que decirnos, para después buscar la manera de sanar las heridas.
Sea cual sea la manera que utilicemos para escuchar a nuestro niño Interior, debemos prestar atención a sus heridas y asegurarle que lo escucharemos sin juzgarlo, procurando entender lo que realmente necesita. Cuando hayamos identificado esas necesidades, debemos hacerle saber algo muy importante. Únicamente hay un adulto que puede darle al niño que algún día fuimos aquello que le faltó. Nosotros mismos, nadie más que nosotros podrá hacerlo.
- Nadie en el mundo será capaz de amarnos de manera incondicional.
- Nadie será capaz de aceptarnos realmente tal y como somos.
- Nadie podrá atender todos nuestros deseos.
- Nadie podrá estar siempre con nosotros.
- Nadie podrá no relegarnos jamás.
El adulto que hoy somos deberá procurar al niño que fuimos aquello que los adultos de entonces no supieron, no pudieron, o no quisieron darnos.
Nadie de nuestro entorno podrá reemplazarnos en esta tarea, ya que únicamente nosotros tenemos esa responsabilidad.
Lo más probable es que produzca dolor o angustia, pero la recompensa que vamos a obtener será más grande.
Seguramente nos sentiremos más libres, y con una nueva energía al saber que llevamos de la mano a nuestro niño.
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